November 16, 2009

Carmona Training & Consulting: La resaca de la violencia social toca a nuestros niños

Carmona Training & Consulting: La resaca de la violencia social toca a nuestros niños

La resaca de la violencia social toca a nuestros niños


Gilvic Carmona-De Jesús
Psicólogo

“Niños con arma de fuego en las manos graban video con episodios violentos” ”Hablando palabras soeces” “Cometiendo actos en contra de la Ley” “¿Dónde estaban los padres de esos niños? “ “¿Hasta dónde habrá de llegar esta sociedad? “¿Qué hará el Departamento de la Familia?” “…Haremos un comité para investigar, señala la alcaldesa de Ponce”
Expresiones como éstas fueron escuchadas repetidamente a través de los medios noticiosos de Puerto Rico el pasado jueves 12 de noviembre de 2009. No se hicieron esperar las reacciones de los políticos, religiosos y líderes de la sociedad civil acusándose unos a los otros, como aquel padre divorciado que responsabiliza al otro por las bajas calificaciones o el mal comportamiento los hijos. Siempre hay ocasión para señalar a alguien, para responsabilizar a los demás, aliviando así el propio sentimiento de culpa.
Por otro lado vimos a la Secretaria del Departamento de la Familia, Yanitza Irizarry, sugiriendo entre líneas que los padres de los niños protagonistas del video podrían enfrentar consecuencias graves, incluso la remoción de sus hogares. Mientras esto ocurría en la Ciudad Señorial de Ponce, se anuncia con bombos y platillos “la pelea del siglo” a celebrase el sábado cuando Miguel Cotto se enfrentará a otro púgil. Vemos entonces las dos caras de la moneda; la primera condenada, penalizada a toda costa y la otra objeto de una aceptación generalizada entre los seguidores del boxeo. Un doble mensaje contradictorio acerca de la violencia que pudiera representar una gran paradoja.
Por otra parte, desde siempre la representación dramática ha incluido la producción de escenas violentas. ¿Cuántas obras maestras no han presentado crímenes horrendos? No es su mera imitación en la escena lo que constituye un hecho negativo, aunque el regodeo de actores y espectadores en la acción mala puede tener efectos deletéreos y deformar sensibilidades. Ni siquiera el hecho de que la dramatización termine en un triunfo del mal, como tantas veces ocurre en la vida real, convierte en suyo la pieza dramática en negativa. Pero para que la representación del mal tenga una finalidad constructiva, es preciso que ayude a abrir los ojos a la reflexión sobre la dimensión ética de los actos humanos. Esto es lo que falta, y hace nocivo, esta y tantas otras producciones que hasta pudieran tener cierta excelencia artística. En este caso, con el agravante de que permitimos la contaminación y endurecimiento moral de nuestros niños.

Entonces debemos cuestionarnos ¿Qué estamos dispuestos a hacer para erradicar la violencia? ¿Qué responsabilidades estamos dispuestos a asumir sobre este problema? ¿Cuántas veces miramos para el otro lado cuando vemos situaciones violentas a nuestro alrededor, con el argumento de “ese no es mi asunto”? ¿Están los niños reflejando el caos imperante en nuestro país? ¿Dónde están los programas de prevención de violencia en las comunidades? ¿Cuál es la responsabilidad de los medios en todo esto? ¿Podremos dejar a un lado, nuestro color político, nuestras creencias religiosas, nuestros propios intereses económicos, para preocuparnos un poco más por los demás? Nos planteamos además, en el caso de una dirección escénica por parte de un adulto, la falta total de propósito educativo y de responsabilidad asumida sobre la posible deformación de la conciencia infantil.
Cuando ocurren situaciones estremecedoras como las presentadas por este video es que salimos de nuestra caja de cristal, alarmados al percatarnos de los problemas existentes en el entorno que vivimos. Rápidamente queremos una reacción de los políticos, religiosos, del Departamento de la Familia. Buscamos culpar a los demás, señalar lo que otro no hizo. Somos tan duros con nuestra crítica que terminamos siendo también violentos. Y luego al cabo de un par de semanas se olvidan esas imágenes. Aceptamos que es problema social de otros y que a alguien seguramente le tocará resolverlo. Así que no pasa más allá de un mal momento y continuamos viviendo nuestra propia vida, hasta que ocurra otra situación violenta para reaccionar.
Las múltiples investigaciones realizadas por la psicología social han demostrado que la exposición continua de los niños a la violencia hace que éstos aprendan patrones de comportamiento similares para resolver los problemas a los que se enfrentan. Además, aquellos que son considerados como ejemplos de comportamiento social, presentados a través de los medios –como políticos, artistas y figuras importantes- hace que los niños tiendan a fantasear con el ejemplo de la conducta que tales personas muestran, sobre todo si perciben que la violencia los premia al conseguir lo que exigen.
Es por eso que tenemos que reconocer que la violencia es un problema de todos. Que la indiferencia ante los problemas sociales también constituye violencia. La sociedad es sociedad digna, no tanto por los grandes avances tecnológicos, por las grandes edificaciones, ni por los excelentes sistemas de salud. La sociedad es sociedad por su gente, por la calidad humana de quienes la conforman, por la responsabilidad de educar en los valores. Es sociedad aquella que le enseña a las próximas generaciones la obligación del respeto a sí mismo, el respeto a la dignidad del otro y la aceptación de la responsabilidad por los actos propios.
Por otro lado, debemos aprender a mirar los problemas desde una óptica positiva. Una situación, como la que comentamos en este artículo, nos permite reflexionar (ojalá que pueda ser junto a la familia) sobre las fuertes escenas que se muestran en el video. El estado también tiene la gran oportunidad de llevar a las comunidades programas que promuevan una cultura de paz, que promuevan las bellas artes y el deporte. Pero sobre todo, que permita el empoderamiento de estas comunidades enseñándoles a manejar los conflictos; identificando sus necesidades y tomando sus propias decisiones, aportando al crecimiento de esta patria. Esta es una excelente oportunidad para que el gobierno sirva como facilitador del proceso educador y edificante, observando que frente al incidente no basta con exigir reacciones administrativas y jurídicas, sino dejándole saber a estas comunidades que pone toda la confianza en ellos para resolver la violencia en la sociedad.